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Alex Txikon, el alpinista que le planta cara a la Montaña Salvaje en invierno

Tiempo de Lectura: 5 minutos

Alex Txikon, el alpinista que le planta cara a la Montaña Salvaje en invierno
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CaixaBank

23 Enero, 2019


El K2 permanece hoy como el único de los ochomiles que nadie ha conseguido escalar durante el invierno, un reto extremo que pondrá a prueba a uno de los mejores alpinistas del mundo. 

Al borde de la segunda década del siglo xxi podría parecer que a la humanidad le quedan pocas aventuras por acometer que no se hayan logrado en el pasado. Cuanto más conocemos el planeta Tierra y todos sus rincones, menos espacio queda para esa romántica exploración que durante siglos pasados protagonizaron valerosos equipos de aventureros. Pero esta es una percepción equivocada, como nos demuestra el veterano alpinista vasco, Alex Txikon, un apasionado de la montaña que lleva 20 años enfrentándose cara a cara con los picos más exigentes del mundo.

Txikon y su equipo encaran, en estos momentos, un auténtico reto que nadie más ha conseguido hasta la fecha: escalar la segunda montaña más alta del mundo, el K2 (8.611 m), durante las duras condiciones meteorológicas del invierno. Los alpinistas se encuentran ahora mismo en plena instalación del campamento base desde el que acometerán, alrededor de marzo, la subida a la cumbre de la que es conocida como la Montaña Salvaje.

Hasta entonces queda mucho trabajo por delante para levantar y adecuar lo mejor posible el campamento base, pero también hay momentos para la distensión, como este divertido vídeo que Txikon acaba de grabar para dar ánimos al equipo de sus amores, el Athletic Club, o para responder a nuestra curiosidad y a todas las preguntas que una aventura como esta nos genera.

La más difícil de escalar… y en el peor momento del año

El K2 se encuentra en la cordillera del Karakórum, en el sistema de los Himalayas, y está considerado, junto con el Annapurna y el Nanga Parbat, el macizo montañoso más difícil de escalar del mundo. «Es una montaña compleja. Donde otros ochomiles acaban, el K2 comienza», explica Alex Txikon, que nos hace imaginar a la montaña como una inmensa mole de hielo y piedra de forma piramidal. Se desprende un gran respeto de las palabras del alpinista, que durante dos décadas de ascensiones se las ha visto con prácticamente todas las situaciones y a quien el desafío de acometer una de las expediciones más complicadas en la época más exigente del año le produce, entre otras emociones, «ilusión y esperanza».

Ese es el combustible de Alex Txikon y su equipo, personas que aman la montaña y tienen un verdadero compromiso hacia el medioambiente y la naturaleza. No puede ser de otra manera para afrontar una aventura que se extenderá a lo largo de varios meses y cuyas dificultades comienzan mucho antes de empezar el verdadero ascenso a la cumbre: «Antes de llegar a Askole ―el pequeño pueblo que hace de entrada para las expediciones que se adentran en el K2―, hay que solventar 90 kilómetros de una carretera sinuosa, con mucho frío, nieve… Hay zonas en las que se pasa miedo, son peligrosas». Recorrer ese camino es ya una proeza que templa los nervios de los expedicionistas: «Hemos pasado por ahí en más de ocho ocasiones y siempre me he bajado del todoterreno por el miedo que hemos pasado». Esta vez es la única en la que han podido hacer toda la travesía montados en el vehículo. Acaso sea una buena señal.

Un hogar provisional a más de 5.000 metros

Desde el recóndito pueblo de Askole, queda una ruta de trekking hasta el glaciar Baltoro, antesala del K2 y el lugar escogido para instalar el campamento base, un hogar provisional del que depende el éxito de la expedición: «Es fundamental tener un buen campo base organizado para poder acometer la ascensión. Estamos en la fase inicial y después comenzaremos a atacar la montaña». Habla la veteranía de Txikon, un alpinista que colecciona ochomiles y entre cuya hoja de servicios se encuentra el haber sido cámara del mítico programa de televisión Al filo de lo imposible. «Tenemos que marcarnos una buena ruta de ascenso rápida y segura hasta el campo 4 ―uno de los hitos del ascenso― y luego ver si nos toca la lotería, tenemos suerte y podemos atacar la cumbre».

La suerte, en alta montaña, es sinónimo de buenas condiciones meteorológicas. Y ese es el factor decisivo en una expedición que se hace plantándole cara al invierno y con temperaturas extremas que rondarán los −25⁰. Por eso uno de los requisitos fundamentales para dedicarse a este deporte es la paciencia; en los techos del mundo no se deja nada al azar y cada paso se mide con precisión quirúrgica.

En ese hogar provisional las inclemencias del tiempo son el gran enemigo que hay que batir, pero hay un factor que no se puede desatender: la convivencia del equipo humano. «En esta expedición, hasta el momento, todo ha salido muy bien. Hay cosas  que se tienen que ir limando, pequeños detalles, pero todo el mundo sabe dónde está su lugar». Es lo que tiene contar con un gran equipo humano, también con la colaboración de entidades comprometidas como CaixaBank, patrocinadora de Alex Txikon.

La cumbre es la guinda

Cuando a Alex Txikon se le pregunta por sus pensamientos en mitad de una ascensión, no tarda ni un segundo en responder: «sobrevivir». Una palabra sintetiza toda la dureza de un deporte tan bello como peligroso, tan apasionante como exigente en el que, en las expediciones invernales, «te imaginas todos los escenarios posibles, desde el mejor hasta el peor». Y de entre todos esos escenarios, hacer la cumbre es la guinda a un largo trabajo bien hecho, pero no lo es todo. Dentro de una expedición siempre hay pequeños logros y retos que un alpinista acumula en su haber particular, historias personales tal vez menos glamurosas que coronar un pico montañoso, pero igualmente enriquecedoras.

Hoy esos capítulos de tesón humano se pueden seguir prácticamente en tiempo real, como demuestra la propia web de Alex Txikon, que dispone de un mapa que se actualiza constantemente para mostrar dónde se encuentran el alpinista vasco y su equipo.

Alex Txikon, el alpinista que le planta cara a la Montaña Salvaje en invierno

Por ahora, ese puntito perdido en mitad de la cordillera del Karakórum tardará un tiempo en moverse, pero cuando lo haga, será para encararse hacia un reto que todavía ningún aventurero ha conquistado en toda la historia. Solo ese hecho hace que la aventura sea apasionante.

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