Para alcanzar la sostenibilidad, esa meta que persiguen países del todo el mundo, es necesario cambiar el chip. Tenemos que empezar a contemplar todo lo que nos rodea con las gafas sostenibles puestas. Necesitamos encontrar vías para fomentar nuevos hábitos que nos ayuden a preservar el bienestar del planeta y sus habitantes, incluso en nuestros actos más cotidianos. Por ejemplo, cuando conducimos nuestro coche.
De hecho, no es lo mismo conducir a secas que hacerlo de manera eficiente. Es decir, reduciendo al mínimo la energía que utilizamos para desplazarnos en nuestro propio vehículo.
Este es un principio que vale tanto para un coche de combustión interna —por ejemplo, los tradicionales gasolina o diésel— como para uno eléctrico: cuanta menos energía requieran para circular, menos emisiones contaminantes producirá su uso. No conviene perder de vista que, aunque esa contaminación se haga evidente en el tubo de escape de los primeros, producir la electricidad que necesitan los segundos para moverse también tiene su huella de carbono.
No debemos olvidar que, para que nuestra movilidad sea lo más respetuosa posible con el planeta, lo mejor siempre es optar por el modo de transporte más sostenible en cada momento. Conducir un vehículo privado no siempre lo es; sin embargo, en muchas ocasiones, es la única opción disponible. En estos casos, no está de más conocer algunas técnicas de conducción eficiente que nos ayudarán a ahorrar energía, emisiones y costes en nuestros desplazamientos.